Y cuando uno creía que la insuperable noche había llegado a su fin y nada más podía pasar, veo caminando sin rumbo y totalmente borracho a mi vecino rugbier de unos 18 años, con la mirada desencajada, camisa medio abierta, despeinado y con manchas de algun tipo de trago-frutal-que-pegue, yendo en sentido opuesto al de nuestro edificio y a minutos de caer derrotado por el alcohol en el escaloncito de alguna casa del barrio.
Dios bendiga a mi celular con camarita.
<< Home